Artículo Abril 2008 - Vidas que dan fruto

“Como una vela que se apaga”. Así dicen que murió en febrero del 2005 Sor Lucía, la niña mayor de los videntes de Fátima. Aquella mañana ella había leído una carta que Juan Pablo II le acababa de mandar y por la tarde, en profunda paz, pasó a la eternidad. Dos meses después nuestro querido Karol Woytila le siguió. Hace unas semanas también se nos fue el P. Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo y del movimiento Regnum Christi. Ellos, como tantos más, han pasado a la eternidad, la vida de verdad. Nuestro tiempo en este mundo no es más que un punto en medio de la eternidad; una gota de agua comparada con la inmensidad del mar. Dentro de muy poco tiempo, todos los que ahora estamos vivos les vamos a seguir ese paso a la vida eterna. ¿Qué fruto habrá dado nuestra vida? ¿Nos podremos ir con esa profunda paz?

Es tiempo de primavera, tiempo de Pascua. Tiempo para renacer en el amor. No dejes que las muchas preocupaciones cotidianas ahoguen el fuego de tu corazón, la frescura de tu entrega. Más bien, enamórate cada día de nuevo de este misterioso caminar con Dios por la vida. Apasiónate por ese Dios que te habla incesantemente y de tantas maneras durante cada instante de tu vida del amor que te tiene, de cuanto vales a sus ojos, de cuanto aprecia, disfruta y necesita tu fiel compañía. Cuando no veas el fruto de tus esfuerzos, confía en ese Cristo resucitado que vive y actúa en ti: hay que morir en la cruz y resucitar con Él todos los días de nuevo. “He venido para que tengan vida y vida en abundancia”; “Les he elegido para que den fruto y que su fruto permanezca”.

¡Qué ejemplo son vidas como las de Sor Lucía, de Juan Pablo II y del P. Maciel! Se van consumiendo en la entrega, como una vela amorosa cuyo olor sube hasta el trono de Dios. Lo cierto es que en su paso por el mundo entre nosotros han encendido millares de velas. Que algún día las futuras generaciones puedan decir lo mismo de cada uno de nosotros. ¡Gracias por ser parte del milagro!